ANNIE
LEIBOVITZ
Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades
Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades
Oviedo, 25 de octubre
de 2013
Es un honor realmente extraordinario. Estoy
profundamente agradecida y honrada por estar con ustedes esta tarde. Con este
premio, me unen a un grupo maravilloso de artistas, escritores, compositores,
arquitectos y cineastas. En este momento, me viene a la mente una galardonada
anterior que significó mucho para mí: Susan Sontag.
Me siento muy orgullosa por estar aquí y mi
orgullo es aún mayor al representar el medio de la fotografía. Hace quince
años, en 1998, otro fotógrafo, Sebastiao Salgado –que sirve de inspiración a
tantos de nosotros– fue galardonado por la Fundación.
Para mí, la fotografía representa la vida
misma. Es comunicación y permite el intercambio de experiencias. Nos permite
mostrar a otros lo que vemos, las cosas que nos fascinan, las personas y los
lugares que amamos y apreciamos. Algunos fotógrafos desvelan nuestras
dificultades y desdichas, aquello que nos traiciona y nos frena. Otros nos
transportan a mundos que nunca podríamos visitar, o nos ayudan a entender mejor
a personas a las que, de otra manera, nunca conoceríamos.
Al mismo tiempo, con una cámara podemos
retener los momentos fugaces de nuestras vidas. Una fotografía posibilita que
recordemos, por ejemplo, esa estampa increíble que nos fascina cuando la vemos
y que luego desparece de nuestra visión. O ese memorable evento; ese lugar que visitamos
una vez; nuestros hijos que crecen y cambian tan rápidamente. Las personas que
amamos y de quienes aprendemos. Los momentos felices, tristes y profundos que
animan y enriquecen nuestros días. La fotografía siempre ha tenido ese
increíble poder para detener y retener el presente, antes de que desaparezca en
el pasado.
Y, sin embargo, el valor de la fotografía como
una actividad seria se ha puesto en duda desde la invención de las cámaras.
Durante mucho tiempo, la cuestión era si la fotografía era arte o no.
Finalmente se decidió que la respuesta era que sí, pero ahora la pregunta es si
la fotografía ha muerto o no.
Hasta se hacen congresos sobre este tema. En
uno de esos congresos se planteó recientemente que, aunque la fotografía podría
no haber muerto, sí era muy probable que los que hubieran muerto fueran los
fotógrafos. Aquí y ahora, cuando más personas que nunca han aceptado la
fotografía como forma de arte, otros se preguntan si la imagen fija podrá
sobrevivir en esta era de la imagen digital, de los teléfonos con cámara, de
las grabaciones de vídeo de fácil acceso y de la cada vez mayor influencia de
la televisión y de Internet sobre el objeto fotográfico y la página impresa.
¿Es la fotografía menos especial que nunca, menos significativa, ahora que
cualquier persona puede hacer una foto, que se hacen millones cada segundo y
que nadie sabe si todas esas imágenes digitales van a sobrevivir o cómo lo
harán?
La
verdad es que la fotografía se inventó precisamente para que cualquier persona
pudiera crear una imagen. Para que cualquier persona, de cualquier clase o
posición social, pudiera tener una imagen de ella misma, o de sus familiares y
amigos, o de los paisajes y las vistas y las cosas que fuesen importantes para
ella. El poder de la fotografía es el poder de compartir nuestras experiencias
con otras personas, al margen de las diferencias temporales, geográficas, de
educación y de creencias. El poder de mostrar lo que, de otra manera, no podría
creerse. El poder para detener y retener esos momentos que acaecen fugazmente a
nuestro alrededor.
Pero ser fotógrafo es una elección.
Comprendí de joven que lo que hacía tenía
importancia. A principios de la década de los setenta, tuve la suerte de formar
parte de una revista, Rolling Stone, donde me tomaron en serio. Tan en serio
como podía ser tomada una chica que trabajaba en una revista en la década de
los setenta. Mi vida transcurría de un trabajo a otro. Hacía fotos de los
conciertos de rock pero nunca oía la música. Mirar no me permitía hacer nada
más. El mirar me consumía. Mi estado de ánimo dependía de la última fotografía tomada.
Si hacía una buena fotografía, estaba eufórica, viva. Si mis fotos no eran
buenas, me sentía fatal, fracasada, deprimida. Hasta que hacía la siguiente
fotografía buena.
Fui reportera gráfica en un primer momento y
de pronto me vi haciendo retratos. El retrato me dio la libertad de poder tomar
partido, de tener una opinión, de ser conceptual y de poder seguir contando
historias. No tengo las habilidades sociales que tienen muchos buenos
retratistas, pero amo la fotografía. La fotografía siempre ha sido lo primero.Para
el fotógrafo, la fotografía no es sólo algo que queda registrado. Es la expresión
de un punto de vista. El trabajo del fotógrafo es expresar ese punto de vista
de forma tan acertada y consciente como le sea posible, con su talento,
experiencia e intuición.
El fotógrafo es quien registra la experiencia
de la mirada y la transforma en una imagen duradera.
Humildemente, creo que este honor que me
otorgan esta tarde refleja la convicción de que la fotografía tiene un poder
increíble. Que a pesar de que está cambiando, la imagen es cada vez más
relevante y tiene más fuerza en nuestras vidas que nunca.
Muchas gracias.
Lo mismo digo. M´encantado !!!
ResponderEliminarPor el face corre mucho el discurso y siempre que me lo encuentro por el camino, lo vuelvo a leer.
sí Jesús, yo quería tenerlo a mano para poder releerlo. Besos
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